Obra de M. Tulius Cicero
La incesante actividad intelectual de Cicerón dio de sí una extensa producción literaria que podemos encuadrar, atendiendo a su contenido temático, en cuatro grupos: discursos, obras retóricas, obras filosóficas y cartas.
I.- DISCURSOS. Cicerón es el más grande representante de los oradores romanos. En él culmina una larga tradición oratoria, desarrollada y perfeccionada durante la República, en condiciones de libertad política. Sus maestros fueron Antonio y Craso que, al igual que la mayoría de oradores anteriores a él, desarrollaron una gran actividad en la vida pública. En el siglo I a.C., favorecida por las convulsiones sociales y políticas, la oratoria romana alcanza su más alta cota de perfección. Dos corrientes oratorias se disputan la primacía en esa época: El Asianismo, que tiende a períodos largos, grandilocuentes, a la expresión florida, con gran cuidado del ritmo oratorio; y el Aticismo, tendencia opuesta, que se distingue por la desnudez de la expresión. Pues bien, Cicerón no es encasillable. En realidad, aúna lo mejor de ambas escuelas. Su expresión es ornamental o desnuda, adaptándose siempre a lo que exijan las circunstancias. Sus discursos pueden dividirse en judiciales, pronunciados ante un tribunal, como defensor o acusador, y políticos, pronunciados en el Senado o en el Foro. Veamos, por orden cronológico, algunos especialmente importantes de ambos apartados:
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In C. Verres (-70). Cicerón defiende a los sicilianos de su gobernador C. Verres, al que acusan de extorsión. Consiguió que el gobernador fuese desterrado.
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Pro Lege Manilia o De Imperio Cn. Pompei (-66). Apoya la propuesta de ley del tribuno Manilio en orden a que se conceda a Pompeyo el mando supremo de las tropas romanas en la guerra contra Mitrídates, rey del Ponto.
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In L. Catilinam (Catilinarias -63). Catilina, candidato al consulado junto con Cicerón, no es elegido. Trama una conjuración para hacerse con el poder. Cicerón, al tanto de las maquinaciones, pronuncia 4 discursos contra Catilina en el Senado, el primero de ellos en presencia del propio Catilina. La actuación de Cicerón le acarreó una gloria apoteósica y el apelativo de "padre de la patria".
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Pro Archia poeta (-62). Toma como pretexto la defensa del poeta griego Arquías, al que se acusaba de usurpar el derecho de ciudadanía, para hacer elogio de las letras, en general, y de la poesía, en particular.
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Pro Marcello y Pro Ligario (-46). Cicerón defiende a estos personajes ante César. Ambos habían sido enemigos del dictador.
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In M. Antonium Orationes Philippicae (Filípicas -44,-43). Pronunciadas, como ya dijimos, contra Marco Antonio. Son 14 discursos. Fueron su canto de cisne como orador y, para muchos, sus mejores piezas oratorias.
II.- OBRAS RETÓRICAS. Cicerón nos ha dejado los discursos más perfectos y, además, las mejores obras sobre oratoria; ha sabido enseñar como nadie cómo se forma un orador y cómo se compone un discurso. La teoría y la práctica se funden en él de un modo admirable. Sus principales obras retóricas son las siguientes:
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Brutus. Es una historia de la elocuencia en Roma, desde los orígenes hasta su época. Abarca desde la figura de Catón hasta la suya propia.
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De oratore y Orator. Tratan de la formación del orador y de la técnica del discurso. Cicerón opina que el perfecto orador ha de poseer: disposición natural, cultura profunda y conocimientos de la técnica del discurso. La técnica oratoria, expuesta en De Oratore, abarca cinco puntos fundamentales:
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Invención, o búsqueda de argumentos apropiados y probatorios.
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Disposición, o distribución de esos argumentos en un plan adecuado.
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Elocución, o arte de utilizar las palabras convenientes.
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Memoria, para recordar cada cosa en su lugar apropiado.
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Acción, que es todo lo relacionado con el aspecto físico en el momento de pronunciar el discurso, sobre todo, los gestos y el tono de la voz.
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El discurso, como tal, también tiene diversas partes:
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Exordio: introducción del tema a tratar.
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Confirmación: aportación de documentos.
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Refutación: objeciones reales o posibles.
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Peroración: parte final destinada a ganarse a los jueces y al auditorio. La finalidad de todo discurso no era otra que la de instruir, agradar, conmover y convencer.
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III.- OBRAS FILOSÓFICAS. Dedicado desde muy joven al estudio de la filosofía, Cicerón introdujo en Roma las doctrinas filosóficas griegas, haciendo asequible a los latinos lo que hasta ahora estaba reservado a una élite culta, conocedora del griego. No crea una obra original, pero su gran mérito reside en su capacidad de síntesis, en su claridad expositiva y, muy importante, en la creación de toda una terminología filosófica latina, cuya carencia había lamentado años antes Lucrecio. Cicerón es ecléctico, pero muestra un fervor constante hacia Platón y una constante hostilidad hacia Epicuro. Su obra filosófica se divide en:
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Tratados políticos. Son De Republica y De Legibus. El primero, en 6 libros, trata de los tres sistemas de gobierno posibles (monarquía, aristocracia y democracia) y de cómo la República romana es una síntesis de los tres, es decir, la forma de gobierno perfecta. El segundo, en tres libros, discute los fundamentos del Derecho y estudia las instituciones religiosas y las instituciones públicas de los romanos.
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Tratados morales. Constituyen lo mejor de su obra filosófica y son: De Officiis (De los Deberes), manual que trata sobre lo honesto y lo útil y de las relaciones y conflictos entre ambos. De Finibus Bonorum et Malorum (De los Límites de los Bienes y los Males), en el que se contraponen la doctrina epicúrea ("el sumo bien es el placer") y la estoica ("el sumo bien es la virtud"). Tusculanae Disputationes (Tusculanas), que son diálogos con amigos en su finca de Túsculo: se concluye que el hombre sabio o virtuoso no teme a la muerte, ni al dolor, ni a la enfermedad, y su virtud le basta para ser feliz. En De Senectute, Catón, ya anciano, defiende que la vejez no es ninguna desgracia si uno posee la suficiente sensatez. De Amicitia es un fino y riguroso análisis de la amistad.
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Tratados de religión. De Natura Deorum (De la Naturaleza de los Dioses), que refuta la tesis epicúrea de que los dioses, aunque existen, no se preocupan de los hombres. De Divinatione (De la Adivinación), donde refuta las creencias de los estoicos en un arte adivinatoria.
IV.- CARTAS. Conservamos cuatro colecciones: Ad Familiares, 16 libros; Ad Atticum, 16 libros; Ad Quintum Fratrem, 3 libros; Ad M. Brutum, 2 libros. Como documentos históricos no tienen precio. Permiten seguir la vida política y social del último cuarto de siglo de la República casi día a día. Lo que las hace aún más inapreciables es el hecho de que fueron escritas sin pensar en su publicación, que se llevó a cabo después de su muerte. Lo que nadie ha podido nunca negarle a Cicerón es su valor literario sin par en literatura latina. Lleva a su más alto grado de perfección la prosa. Hablar y escribir bien es para él un deber patriótico. Sus discursos se estudiaban en las escuelas de Roma cuando aún vivía el autor. Su influencia en los escritores latinos posteriores, paganos y cristianos, fue enorme, acrecentándose sin cesar en la Edad Media y alcanzando su cénit en los eruditos del Renacimiento.