La Lírica Latina
Los orígenes de la poesía lírica se pierden en el tiempo. No obstante, sabemos que existían unas fórmulas rítmicas especialmente religiosas, mágicas o jurídicas: los carmina. En ellas se da correspondencia rítmica de dos o tres términos, aliteración, rima, etc.
Después del siglo II a. C., surgen dos escuelas poéticas de tendencias opuestas: los tradicionalistas (Lucrecio) y los poetae noui.
Los poetae noui se inspiran en los poetas griegos alejandrinos, quienes a través de múltiples alusiones eruditas quisieron llenar el ideal del poeta doctus. Sus principales composiciones serán los epyllia (epilios) o pequeños poemas épicos, llamados así sólo por la forma, que pretenden explicar ciertos usos pastoriles, el origen de fiestas, de costumbres, etc. El poeta griego más importante desde este punto de vista es Calímaco de Cirene. El primer poeta nouus importante fue Catulo.
Después de la guerra civil entre César y Pompeyo y del asesinato del primero, llegó Augusto al poder, quien restableció en Roma el orden y la paz. Pero centró en su propia persona la vida pública romana en todas sus manifestaciones. También los poetas debían cantar la gloria del imperio romano. Para ello ayudó generosamente al círculo de Mecenas, magnate romano que se había propuesto dar a la poesía romana una época de esplendor. Ya en los últimos tiempos de la guerra civil, Mecenas había reunido en Roma un grupo de poetas notables. Del círculo de Mecenas salieron Horacio y Virgilio, y del de Mesala Corvino, otro protector de las letras romanas, Tibulo, Propercio y Ovidio. Estos últimos son los llamados propiamente elegíacos.
La elegía latina no se corresponde en cuanto al contenido con la griega. En la forma del dístico elegíaco (hexámetro + pentámetro) poetas griegos como Calino de Éfeso, Tirteo y Solón tratan de gran cantidad de temas, sobresaliendo los políticos y los amorosos. Los poetas alejandrinos Calímaco y Filetas, modelos inmediatos de los elegíacos romanos, compusieron básicamente elegía amorosa.