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Características del género

LA ORATORIA Y LA RETÓRICA

La Oratoria Entre los romanos, la enseñanza superior, a la que sólo accedían los jóvenes pertenecientes a familias acomodadas y con pretensiones políticas, se impartía en las escuelas de Retórica.

En ellas, el rhetor enseñaba a sus discípulos la técnica oratoria, es decir, el complicado sistema de reglas y procedimientos tradicionales, que ya habían puesto en práctica los antiguos sofistas griegos. Los alumnos componían, memorizaban y recitaban discursos sobre temas ficticios. El maestro corregía la pronunciación, el tono de voz, los gestos y cuantos defectos observase.

Estos ejercicios escolares recibían el nombre de suasoriae y controversiae. Las suasoriae, ejercicios para principiantes, eran consultas imaginarias hechas a personajes famosos, históricos o legendarios, que deben explicar las razones que les inducen a tomar una decisión en un momento determinado. Las controversiae, en cambio, eran prácticas oratorias destinadas a alumnos de nivel más avanzado y tenían generalmente un contenido jurídico.

Estos ejercicios contribuían a desarrollar la agilidad mental, la facilidad de palabra y la capacidad dialéctica del alumno y le daban la disciplina necesaria para exponer los argumentos del modo más adecuado.

Eran el entrenamiento del futuro abogado o político, que pronto tendría que enfrentarse con los problemas de la vida real. Su información se completaba en el Foro, en donde tenía ocasión de escuchar los discursos de oradores famosos. Con la instauración del régimen imperial cesaron las rivalidades electorales, con la consiguiente disminución de la actividad oratoria. La retórica se refugia en las escuelas, en las que se va convirtiendo en puro artificio, carente de vida.