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Fedro y la fábula

La Fábula y Fedro

GÉNERO

La fábula ha sido definida como "Un breve relato que oculta una moraleja bajo una ficción y en la que los animales son ordinariamente los personajes". Su origen se coloca en la India de donde pasó a Occidente y fue cultivada en Grecia por Esopo y en Roma por Fedro. Antes de Fedro ya existía la fábula en Roma (por ejemplo, en una de las sátiras de Horacio se cuenta la fábula del ratón campesino y del ratón de ciudad), pero son casos esporádicos. 
Dos características acompañan al desarrollo de la fábula tanto en Grecia como en Roma: ese carácter popular, de poesía menor, y un fuerte matiz reivindicativo.
Las fábulas eran la crítica satírica del pueblo, de los esclavos, de los pobres contra los privilegiados.
La fábula, por su carácter tan popular, se encuentra un poco al margen de la literatura oficial y tiene un acceso limitado tan sólo a los géneros más humildes del canon de la Antigüedad clásica: en la comedia hay numerosas alusiones a fábulas, pero es sobre todo la sátira el género más abierto. Ennio contó en sus sátiras alguna fábula esópica pero será en Horacio donde
encontramos las referencias más abundantes a fábulas, principalmente en sus Sátiras y Epístolas.

FEDRO

Este espíritu de reivindicación popular se encuentra expresado en los cinco libros de fábulas que publicó Fedro , el creador de la fábula latina como género literario. Nació en Macedonia y llegó a Roma como esclavo de Augusto, quien le concedió la libertad.
Parece que el hecho de que tanto Esopo como Fedro fueran de origen servil justificaría el tono de crítica social.
Su obra se conoce con el título de Fabulae Aesopiae (fábulas esópicas). Los cincos libros comprenden noventa y tres composiciones originales. Con los treinta del Apéndice y veinte más de las paráfrasis medievales en prosa, se completan los ciento cuarenta y tres que conservamos.

Las primeras fábulas de Fedro, es decir, las comprendidas en los libros I y II, escritas en tiempos de Tiberio, se atienen más a Esopo: el lobo y el cordero, la zorra y el cuervo ...
En la primera, la del lobo y el cordero, expone la amarga historia del débil sometido al ataque de los poderosos. En el relato siguiente, las ranas que pedían rey, parece aludir al envilecimiento de los hombres de su época.
El libro III lo escribió en la época de Calígula. Su prólogo y epílogo dan indicios acerca del proceso seguido

La Fábula

 contra él, y están dedicados a Eutico. Destacan un lobo a un perro y un pollo a una perla.
Los libros IV y V debieron escribirse en tiempos de Claudio. Destacan la zorra y las uvas, la serpiente en el taller del herrero y el parto de los montes.

Están escritas en senarios yámbicos, verso propio de la comedia y del mimo con gran raigambre popular. Tal vez algunas de las fábulas fueron consideras como satíricas políticas, porque llegó a ser acusado y condenado a muerte en época de Tiberio.

En un principio, las fábulas siguen un mismo esquema: un relato de animales y una moraleja que puede preceder o seguir al relato, ahora bien, puede ser otros esquemas introduciendo fábulas de otro tipo: relatos con personajes humanos, anécdotas... La tipología de Fedro sigue de cerca a la de Esopo y no se limita tan sólo a la breve narración animalística con trasunto humano, seguida de una reflexión moral, sino que también se incluyen referencias directas a personajes de la época, digresiones mitológicas, anécdotas etc...

ESTILO
Fedro escribe con un estilo sencillo y natural. En los prólogos de su obra se muestra orgulloso de su brevitas dicendi (concisión) que convierte a sus poemas en breves, pero no pobres. Su elección es clara y su trabajo como poeta es elaborado, lento y duro. Sus diálogos son cortantes, sus expresiones coloquiales y su objetivo es llegar a amplia cama de gente.
Las enseñanzas morales y ese placer estético que Fedro tiene como finalidad, se buscan mediante unos recursos determinados: la brevitas, la varietas y la veritas.
La técnica de la brevedad tiene en Fedro una función moral seguida de una doble finalidad: la del docere (enseñar) y la del delectare (deleitar).
También encontramos el recurso retórico de la varietas temática y estilística, que junto con la brevitas, evitan el aburrimiento del lector (delectare) y logra la atención del mismo para comprender y aprovechar las enseñanzas contenidas en sus versos (docere).
Por último, la veritas, que aparece como uno de los fines didáctico-morales para que el lector distinga en la vida real, la verdad de la mentira.

Llama la atención el silencio de los antiguos sobre su obra, como si se hubiera olvidado pero probablemente el público al que Fedro dirigió sus fábulas y el tono de crítica de las mismas, lo alejó de la literatura oficial de la época.

DESPUÉS DE FEDRO
Después de Fedro, aparece en los manuscritos a finales de s. IV d.C y principios de s. V. con un conjunto de 42 fábulas escritas en dísticos elegíacos, atribuidas a Aviano. Su propósito es superar el modelo lingüístico que ofrecía Fedro. Su tendencia a la ampulosidad y pedantería y su capacidad de digresión hacia el recurso mitológico, mayor que la de Fedro.

INFLUENCIA POSTERIOR
Durante la Edad Media, fueron numerosas las obras que recogieron fábulas de estos autores como el Arcipreste de Hita en el Libro de Buen Amor y don Juan Manuel en el Conde Lucanor. En Renacimiento y durante el siglo XVIII, las fábulas de Esopo y Fedro fueron muy valoradas en toda Europa. Finalmente, en el siglo XVIII, en España, destacan Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego.