Si cada ley educativa nueva es más «garantista» para el alumnado que la anterior, será porque alguien en algún momento se dio cuenta de que el profesorado se comportaba de manera negligente e incompetente a sabiendas (y, además, no mostraba signo alguno de arrepentimiento), mientras que el pobre discípulo era (y es) vituperado de manera inmisericorde y sin posibilidad de defensa.