Después de un 2020 marcado por confinamiento y semipresencialidad, mis alumnas y yo dimos comienzo por el mes de septiembre al nuevo curso escolar 2020-21.

Fue este un año empezado con recelo, distancia social, mascarilla y gel hidroalcohólico. En nuestro instituto se añadía también el tema de la semipresencialidad y los consiguientes subgrupos que hacían que el seguimiento de la tarea diaria fuera más complicado, si cabía, por parte de todos. Aún así, lo hicimos lo mejor que pudimos y el comportamiento de mis alumnas de segundo de Bachillerato fue magnífico. Además, era para ellas el año de la temible prueba de acceso a la Universidad, con lo que la preocupación empezó siendo máxima.

Afortunadamente, hacia el mes de diciembre, se acordó el retorno de segundo de Bachiller a la presencialidad total para tratar de conseguir la vieja normalidad. En nuestro caso así fue.

El nuevo escenario nos posibilitó volver a la dinámica del curso previo (hasta que llegó el confinamiento) y a nuestro modus vivendi escolar. De hecho, a partir de ahí fuimos navegando sin mayores contratiempos hasta finalizar en el proceloso mar de la PEVAU.

Sin embargo, el camino no fue de rosas, viéndose salpicado de mascarillas asfixiantes y torturadoras de cuerdas vocales, frío invernal, fruto de la ventilación necesaria, y calor desértico, propio de la zona.
Pero aún en estas circunstancias, conseguimos conquistar la Galia, detener al malvado Catilina y acompañar a Ciro en su batalla final.
Mientras tanto, disfrutábamos de una convivencia agradable en todos los sentidos y era frecuente escuchar decir a alguien que estábamos como en familia.

El día treinta y uno de mayo, según normativa, terminó el período lectivo pero volvimos a reencontrarnos el 18 de junio para celebrar una graduación que, aunque con muchas limitaciones y cuidados, este año sí pudo celebrarse.
En esta ceremonia fui sorprendido con un acto entrañable y que no olvidaré, en el que mis alumnas me dedicaron unas palabras muy cariñosas y una camiseta con un diseño realizado también por ellas y que guardaré con todo el afecto que se merece como pieza única, en todos los sentidos, que es.

Yo, para finalizar, quiero utilizar este breve escrito para reiterarles mi deseo de que todo les vaya magnífico en adelante y ¡que Fortuna las guíe!
A fin de cuentas, ya forman parte de mi historia y yo de la suya.

Salutem plurimam.

Para Yolanda, Nuria, Elena, Julia, Carlota e Isabel.

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