Entre los múltiples papeles que he debido leer últimamente relacionados con legalidades educativas, me ha llamado poderosamente la atención que, cuales setas de este ya húmedo otoño, las llamadas rúbricas se hayan vuelto a poner de moda. Digo «volver a poner de moda» porque ya las utilizábamos hace un tiempecito (como en la evaluación de esta webquest de hace ya ¡casi 7 años!) pero, al menos en mi entorno, dejaron de aparecer. Nada es para siempre. Y menos si depende en España de una ley educativa.
Creo que las rúbricas tienen su aceptación y éxito porque quedan revestidas de un aura de demostración científica que las hace, a ojos de los mortales, infalibles y más certeras que el Oráculo de Delfos. Esa estructura cuadriculada refleja un pensamiento del mismo tipo y que, por consiguiente, no admite discusión. Lo cual no es poco para el maltratado cuerpo docente, harto de explicar evidencias que suelen negarse con cara de póker (o incluso de manera cínica) por alumnado y progenitores, sobre todo, en época de notas finales.
Pero ni la enseñanza ni la evaluación son procesos matemáticos y 2 + 2 no tiene por qué siempre dar 4.
Aunque lo diga una rúbrica.

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