MARCVS TVLLIVS CICERO
Marco
Tulio Cicerón (-106, -43) nació en Arpino, pequeña
ciudad del sur del Lacio, de una familia de clase media; recibió
su formación en Roma y la completó en Grecia. Vive en
el medio siglo final de la República, época de grandes
convulsiones internas: la guerra social que ensangrentó Italia
hasta que todos los itálicos consiguieron la ciudadanía
romana; las luchas por el poder entre Mario y Sila; la rebelión
de los esclavos al mando de Espartaco; la conjuración de
Catilina; la guerra civil entre César y Pompeyo. Todos estos
sucesos los vive muy de cerca, interviniendo decisivamente en algunos
de ellos. Fue protagonista directo de la conjuración de
Catilina, que hizo fracasar. Asimismo, atacó a Marco Antonio
en sus Filípicas, lo que le costó la vida a
manos de los sicarios de éste que clavaron su cabeza en una
pica y la pasearon por todo el Foro.
Cicerón,
ardiente republicano, desarrolló una actividad intelectual
incesante y, a la vez, una actividad política intensa. El
propio Cicerón dice que él podía haber vivido
muy tranquilo, entregado a las dulzuras del estudio, pero que no dudó
en exponerse a las más duras tempestades "para salvar
a mis conciudadanos y para comprar, a costa de mi propio riesgo, la
tranquilidad de todos."
La incesante actividad intelectual de Cicerón dio de sí
una extensa producción literaria que podemos encuadrar,
atendiendo a su contenido temático, en cuatro grupos:
discursos, obras retóricas, obras filosóficas y cartas.
I.- DISCURSOS. Cicerón es el más grande representante
de los oradores romanos. En él culmina una larga tradición
oratoria, desarrollada y perfeccionada durante la República,
en condiciones de libertad política. Sus maestros fueron
Antonio y Craso que, al igual que la mayoría de
oradores anteriores a él, desarrollaron una gran actividad en
la vida pública. En el siglo I a.C., favorecida por las
convulsiones sociales y políticas, la oratoria romana alcanza
su más alta cota de perfección. Dos corrientes
oratorias se disputan la primacía en esa época: El
Asianismo, que tiende a períodos largos,
grandilocuentes, a la expresión florida, con gran cuidado del
ritmo oratorio; y el Aticismo, tendencia opuesta, que se
distingue por la desnudez de la expresión. Pues bien, Cicerón
no es encasillable. En realidad, auna lo mejor de ambas
escuelas. Su expresión es ornamental o desnuda, adaptándose
siempre a lo que exijan las circunstancias. Sus discursos pueden
dividirse en judiciales, pronunciados ante un tribunal, como
defensor o acusador, y políticos, pronunciados en el
Senado o en el Foro. Veamos, por orden cronológico, algunos
especialmente importantes de ambos apartados:
a)
In C. Verres (-70). Cicerón defiende a los
sicilianos de su gobernador C. Verres, al que acusan de extorsión.
Consiguió que el gobernador fuese desterrado.
b)
Pro Lege Manilia o
De Imperio Cn. Pompei
(-66). Apoya la propuesta de ley del tribuno Manilio en orden a que
se conceda a Pompeyo el mando supremo de las tropas romanas en la
guerra contra Mitrídates, rey del Ponto.
c)
In L. Catilinam (Catilinarias -63). Catilina, candidato
al consulado junto con Cicerón, no es elegido. Trama una
conjuración para hacerse con el poder. Cicerón, al
tanto de las maquinaciones, pronuncia 4 discursos contra Catilina en
el Senado, el primero de ellos en presencia del propio Catilina. La
actuación de Cicerón le acarreó una gloria
apoteósica y el apelativo de "
padre de la patria".
d)
Pro Archia poeta (-62). Toma como pretexto la defensa
del poeta griego Arquías, al que se acusaba de usurpar el
derecho de ciudadanía, para hacer elogio de las letras, en
general, y de la poesía, en particular.
e)
Pro Marcello y
Pro Ligario (-46). Cicerón
defiende a estos personajes ante César. Ambos habían
sido enemigos del dictador.
f)
In M. Antonium Orationes Philippicae (Filípicas
-44,-43). Pronunciadas, como ya dijimos, contra
Marco Antonio.
Son 14 discursos. Fueron su canto de cisne como orador y, para
muchos, sus mejores piezas oratorias.
II.-
OBRAS RETÓRICAS. Cicerón nos ha dejado los
discursos más perfectos y, además, las mejores obras
sobre oratoria; ha sabido enseñar como nadie cómo se
forma un orador y cómo se compone un discurso. La teoría
y la práctica se funden en él de un modo admirable. Sus
principales obras retóricas son las siguientes:
a)
Brutus. Es una historia de la elocuencia en Roma, desde
los orígenes hasta su época. Abarca desde la figura de
Catón hasta la suya propia.
b)
De oratore y
Orator. Tratan de la
formación del orador y de la técnica del discurso.
Cicerón opina que el perfecto orador ha de poseer:
disposición
natural, cultura profunda y conocimientos de la técnica del
discurso. La técnica oratoria, expuesta en
De
Oratore, abarca cinco puntos fundamentales:
-
Invención, o búsqueda de argumentos apropiados y
probatorios.
-
Disposición, o distribución de esos argumentos
en un plan adecuado.
-
Elocución, o arte de utilizar las palabras
convenientes.
-
Memoria, para recordar cada cosa en su lugar apropiado.
-
Acción, que es todo lo relacionado con el aspecto
físico en el momento de pronunciar el discurso, sobre todo,
los gestos y el tono de la voz.
El
discurso, como tal, también tiene diversas partes:
-
Exordio: introducción del tema a tratar.
-
Confirmación: aportación de documentos.
-
Refutación: objeciones reales o posibles.
-
Peroración: parte final destinada a ganarse a los
jueces y al auditorio.
La
finalidad de todo discurso no era otra que la de instruir, agradar,
conmover y convencer.
III.-
OBRAS FILOSÓFICAS. Dedicado desde muy joven al estudio de
la filosofía, Cicerón introdujo en Roma las doctrinas
filosóficas griegas, haciendo asequible a los latinos lo que
hasta ahora estaba reservado a una élite culta, conocedora del
griego. No crea una obra original, pero su gran mérito reside
en su capacidad de síntesis, en su claridad expositiva y, muy
importante, en la creación de toda una terminología
filosófica latina, cuya carencia había lamentado años
antes Lucrecio. Cicerón es ecléctico, pero muestra un
fervor constante hacia Platón y una constante hostilidad hacia
Epicuro. Su obra filosófica se divide en:
a)
Tratados políticos. Son
De Republica y
De
Legibus. El primero, en 6 libros, trata de los tres sistemas
de gobierno posibles (monarquía, aristocracia y democracia) y
de cómo la República romana es una síntesis de
los tres, es decir, la forma de gobierno perfecta. El segundo, en
tres libros, discute los fundamentos del Derecho y estudia las
instituciones religiosas y las instituciones públicas de los
romanos.
b)
Tratados morales. Constituyen lo mejor de su obra filosófica
y son:
De Officiis
(De los Deberes), manual que trata sobre lo honesto y lo útil
y de las relaciones y conflictos entre ambos.
De Finibus
Bonorum et Malorum (De los Límites de los Bienes y los
Males), en el que se contraponen la doctrina epicúrea ("
el
sumo bien es el placer") y la estoica ("
el sumo bien
es la virtud").
Tusculanae Disputationes
(Tusculanas), que son diálogos con amigos en su finca de
Túsculo: se concluye que el hombre sabio o virtuoso no teme a
la muerte, ni al dolor, ni a la enfermedad, y su virtud le basta para
ser feliz. En
De Senectute, Catón, ya anciano,
defiende que la vejez no es ninguna desgracia si uno posee la
suficiente sensatez.
De Amicitia es un fino y riguroso
análisis de la amistad.
c)
Tratados de religión.
De Natura Deorum
(De la Naturaleza de los Dioses), que refuta la tesis epicúrea
de que los dioses, aunque existen, no se preocupan de los hombres.
De
Diuinatione ( De la Adivinación), donde refuta las
creencias de los estoicos en un arte adivinatoria.
IV.-
CARTAS. Conservamos cuatro colecciones:
Ad Familiares,
16 libros;
Ad Atticum, 16 libros;
Ad Quintum
Fratrem, 3 libros;
Ad M. Brutum, 2 libros. Como
documentos históricos no tienen precio. Permiten seguir la
vida política y social del último cuarto de siglo de la
República casi día a día. Lo que las hace aún
más inapreciables es el hecho de que fueron escritas sin
pensar en su publicación, que se llevó a cabo después
de su muerte.
Lo
que nadie ha podido nunca negarle a Cicerón es su valor
literario sin par en literatura latina. Lleva a su más alto
grado de perfección la prosa. Hablar y escribir bien es para
él un deber patriótico. Sus discursos se estudiaban en
las escuelas de Roma cuando aún vivía el autor. Su
influencia en los escritores latinos posteriores, paganos y
cristianos, fue enorme, acrecentándose sin cesar en la Edad
Media y alcanzando su cénit en los eruditos del Renacimiento.
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