Obra

Obra de M. Fabius Quintilianus

Su obra De institutione oratoria, tratado en doce libros acerca de la formación del orador, fue escrita al final de toda una vida consagrada plenamente a la práctica judicial y al profesorado. Constituye un prodigio de claridad y solidez, como reflejo que es de su gran experiencia personal. Es una exaltación del clasicismo, en su forma más pura.De institutione oratoria

En este tratado aborda un programa completo y detallado de la formación del orador, desde que nace hasta que llega al cénit de su carrera. Une la moral a la elocuencia, ya que según Quintiliano un orador es un "vir bonus dicendi peritus’’ y la decadencia de la oratoria es una simple consecuencia de la corrupción de costumbres. Su entusiasmo de profesor de retórica le impidió ver que la decadencia de la oratoria obedecía a causas sociales y políticas, contra las que era inútil luchar.

Como Cicerón, exige al orador una vasta cultura. Aboga por la gradual dificultad de los ejercicios escolares, con temas inspirados en la realidad. Su lema es el buen sentido y sus enseñanzas pretenden proveer a sus discípulos de un acervo de conocimientos y experiencias útiles para la vida profesional. Desdeña las sutilezas de la teoría, pero, de hecho, cree demasiado en la retórica.

Quintiliano aconseja a los preceptores una atención delicada en el estudio de la psicología del niño y el más exquisito tacto en la dirección de su inteligencia. Insiste en que la educación debe comenzar desde la cuna. Aboga por la formación intelectual y profesional en una escuela pública, bajo un maestro experto. Es partidario del esfuerzo continuado, regular y progresivo, sin altibajos, acomodado a la capacidad y al temperamento de cada discípulo. Y, ante todo, muestra su preocupación constante por su salud moral.

Este realismo y equilibrio moral le acercan a los clásicos. Recomienda la elocuencia natural, sin falsas afectaciones y adornos innecesarios. A pesar de su admiración por Cicerón, no copia servilmente su estilo, sino que escribe en la lengua complicada de su época, llena de metáforas, de rasgos ingeniosos y de imágenes brillantes, en un intento de hacer más expresivo su pensamiento. Hereda, pues, la influencia de los autores postclásicos y, sobre todo, de Séneca en la prosa latina. 

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