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Meliboeus Forte sub arguta consederat ilice Daphnis, Corydon Nymphae, noster amor, Libethrides, aut mihi carmen, Thyrsis Pastores, hedera nascentem ornate poetam, Corydon Saetosi caput hoc apri tibi, Delia, paruos Thyrsis Sinum lactis et haec te liba, Priape, quotannis Corydon Nerine Galatea, thymo mihi dulcior Hyblae, Thyrsis Immo ego Sardoniis uidear tibi amarior herbis, Corydon Muscosi fontes, et somno mollior herba, Thyrsis Hic focus et taedae pingues, hic plurimus ignis Corydon Stant et iuniperi et castaneae hirsutae; Thyrsis Aret ager; uitio moriens sitit aeris herba; Corydon Populus Alcidae gratissima, uitis Iaccho, Thyrsis Fraxinus in siluis pulcherrima, pinus in hortis, Meliboeus Haec memini, et uictum frustra contendere Thyrsim. |
Por casualidad Dafnis se había sentado bajo una sonora encina y Coridón y Tirsis habían reunido sus rebaños en uno, Tirsis ovejas, Coridón cabrillas hinchadas de leche, ambos en la flor de la vida, ambos arcadios, semejantes en cantar y preparados para responder. Aquí, mientras aparto a los tiernos mirtos del frío, el mismo señor del ganado, el macho cabrío, se me había extraviado; y yo diviso a Dafnis. Cuando aquél me ve enfrente, dice: "Ven aquí rápido, oh Melibeo; tu macho cabrío y tus cabritos están a salvo, y si puedes estar inactivo un momento, descansa a la sombra. Aquí vendrán esos mismos novillos por las praderas para beber; aquí el Mincio teje sus verdes riberas con tierna caña, aquí resuenan los enjambres en la encina sagrada." ¿Qué podía hacer? No tenía ni a Alcipeo ni a Filis que encerraran a los corderos destetados en la casa, y había un gran certamen, Coridón contra Tirsis. Sin embargo, he pospuesto mis asuntos por el juego de aquellos. Así pues, ambos empezaron a competir con versos alternos; las Musas querían recordarlos por turno. Estos, Coridón, aquellos Tirsis devolvía en orden. Ninfas de la fuente Libethra, mis amores, regaladme un canto como a mi Codro (aquél hace cosas muy cercanas a los versos de Febo), o, si no podemos todos, aquí penderá el armonioso caramillo del pino sagrado. Pastores arcadios, adornad con hiedra al naciente poeta, para que se deshagan de envidia los ijares a Codro; o si la alaba más allá de lo justo, rodead la frente de amaro para que no dañe su mala lengua al futuro poeta. Esta cabeza de cerdoso jabalí y los ramosos cuernos de un ciervo de larga vida te dedica, Delia, el pequeño Micón. Si esto fuera apropiado, estarás de pie toda de pulido mármol con las piernas ceñidas con un coturno de púrpura. Príapo, basta que tú esperes cada año una jarra de leche y estas tortas: eres guardián de un pobre jardín. Ahora te hemos hecho de mármol por las circunstancias; pero tú, si una camada completa el ganado, serás de oro. Galatea la de Nereo, más dulce para mí que el tomillo del Hibla, más blanca que los cisnes, más hermosa que la hiedra blanca, tan pronto como los bueyes, apacentados, regresen a los establos, si tienes algún cuidado de tu Coridón, ven. Sí, yo te pareceré más amargo que las hierbas de Cerdeña, más rudo que el rusco, más vil que el alga abyecta, si este día no es ya para mí más largo que todo el año. Id a casa apacentados, si tenéis algún pudor, id, novillos. Fuentes musgosas, e hierba más delicada que el sueño, y verde arbusto que os cubre con escasa sombra, presevad al ganado del solsticio: ya llega el tórrido estío, ya las yemas de las vides se hinchan con el flexible sarmiento. Aquí el hogar y las antorchas resinosas, aquí siempre el fuego más grande y las puertas ennegrecidas de permanente hollín; aquí nos preocupamos tanto de los fríos del Boreas como el lobo del número o los rápidos ríos de sus riberas. Resisten los enebros y las castañas hirsutas; todas las frutas yacen esparcidas por todas partes bajo su árbol; ahora todas las cosas están alegres: pero, si el hermoso Alexis está lejos de estos montes, verías incluso los ríos secos. El campo está seco; la hierba se seca muriendo por falta de aire; Liber niega las sombras de las vides a las colinas: todo el bosque estará verde con la llegada de mi Filis, y el poderoso Júpiter descenderá con abundante lluvia. El álamo es muy grato al Alcida, la vid a Baco, el mirto a la hermosa Venus, su laurel a Febo, Filis ama los avellanos; mientras Filis los ame, ni el mirto ni los laureles de Febo vencerán a los avellanos. El fresno es el más hermoso en los bosques, el pino en los jardines, el álamo en los ríos, el abeto en los montes altos: pero si vienes a verme más a menudo, hermoso Lícidas, cedería ante ti el fresno en las selvas, el pino en los jardines. De esto me acuerdo y de que Tirsis, vencido, porfiaba en vano. Desde aquel momento Coridón es Coridón para nosotros. |