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Dic mihi, Damoeta, cuium pecus? An Meliboei?
Non, uerum Aegonos; nuper mihi tradidit Aegon.
Infelix o semper, oues, pecus! ipse Neaeram
Parcius ista uiris tamen obicienda memento.
Tum, credo, cum me arbustum uidere Miconos
Aut hic ad ueteres fagos cum Daphnidos arcum
Quid domini faciant, audent cum talia fures?
An mihi cantando uictus non redderet ille,
Cantando tu illum? Aut umquam tibi fistula cera
Vis ergo inter nos quid possit uterque uicissim
De grege non ausim quicquam deponere tecum.
Et nobis idem Alcimedon duo pocula fecit
Numquam hodie effugies; ueniam quocumque uocaris.
Quin age, si quid habes; in me mora non erit ulla
Dicite, quandoquidem in molli consedimus herba.
Ab Ioue principium Musae, Iouis omnia plena;
Et me Phoebus amat; Phoebo sua semper apud me
Malo me Galatea petit, lasciua puella,
At mihi sese offert ultro meus ignis, Amyntas,
Parta meae Veneri sunt munera; namque notaui
Quod potui, puero siluestri ex arbore lecta
O quotiens et quae nobis Galatea locuta est!
Quid prodest quod me ipse animo non spernis, Amynta,
Phyllida mitte mihi; meus est natalis, Iolla,
Phyllida amo ante alias; nam me discedere fleuit
Triste lupus stabulis, maturis frugibus imbres,
Dulce satis umor, depulsis arbutus haedis,
Pollio amat nostram, quamuis est rustica, Musam;
Pollio et ipse facit noua carmina; pascite taurum,
Qui te, Pollio, amat ueniat quo te quoque gaudet;
Qui Bauium non odit, amet tua carmina, Meui,
Qui legitis flores et humi nascentia fraga,
Parcite, oues, nimium procedere; non bene ripae
Tityre, pascentis a flumine reice capellas;
Cogite oues, pueri; si lac praeceperit aestus,
Heu heu, quam pingui macer est mihi taurus in eruo!
His certe neque amor causa est uix ossibus haerent;
Dic quibus in terris et eris mihi magnus Apollo
Dic quibus in terris inscripti nomina regum
Non nostrum inter uos tantas componere lites: |
Dime, Dametas, ¿de quién es el ganado? ¿Acaso de Melibeo? No, pero sí de Egón; hace poco me lo entregó Egón. ¡Oh ganado siempre infeliz, ovejas! Mientras él mismo halaga a Neera y teme que esta me prefiera para sí, aquí un extraño guardian ordeña las ovejas dos veces cada hora y se quita la vida al ganado y la leche a los corderos. Acuérdate, sin embargo, de echar esas cosas en cara a los hombres más moderadamente. Sabemos no sólo quién te, mirando los machos cabríos de reojo, sino también en qué santuario (pero las ninfas rieron cómplices). Creo que fue entonces cuando me vieron cortar el arbusto y las nuevas vides de Micón con la guadaña criminal. O aquí junto a las viejas hayas cuando rompiste el arco y las flechas de Dafnis, cosas que tú, perverso Menalcas, lamentabas cuando viste que habían sido dadas al joven, y hubieras muerto si no le hubieras perjudicado en algo. ¿Qué no harán los señores, cuando se atreven a tales cosas los ladrones? ¿Acaso no te vi, pésimo, recoger con engaños el macho cabrío de Damón, mientras ladraba mucho Lycisca? Y gritando yo "¿a dónde corre aquél ahora? Títiro recoge el ganado", tú tras los cañizales te escondías. ¿Es que vencido por mí en el canto no me daría el macho cabrío que mi flauta mereció con canciones? Si no lo sabes, aquel macho cabrío era mío; y a mí el mismo Damón me lo confesaba pero decía que no podía dármelo. ¿Tú, cantando, a aquél? ¿Es que tú has tenido alguna vez la flauta unida con cera? ¿Tú no solías, ignorante, destruir un miserable canto en las encrucijadas con una estridente zampoña? ¿Acaso quieres que experimentemos entre nosotros, alternativamente, de qué es capaz cada uno? Yo me apuesto esta ternera (no vayas a rechazarla, viene dos veces a la vasija de leche, alimenta a dos cachorros con una ubre); tú dime con qué prenda rivalizas conmigo. Del ganado no me atrevería a apostarme nada contigo. Pues tengo en mi casa un padre, una madrastra cruel, y los dos cuentan dos veces al día el ganado, y uno de los dos los cabritos. Pero, cosa que tú mismo reconocerás mucho mayor, puesto que te agrada hacerte el loco, me apostaré dos copas de haya, obra cincelada del divino Alcimedonte, en las cuales con fácil torno una vid flexible en relieve viste los desparramados racimos con la verde hiedra. En medio dos figuras, Conón y ¿quién fue el otro, que describió con el compás todo el orbe para los pueblos, qué épocas debía observar el segador, cuáles el curvado labrador? Todavía no he acercado mis labios a ellas, sino que las conservo guardadas. También para mí el mismo Alcimedón hizo dos copas y rodeó las asas alrededor con suave acanto y en medio colocó a Orfeo y a los bosques que le seguían; todavía no he acercado mis labios a ellas sino que las conservo guardadas. Si miras hacia la ternera, no hay nada por lo que elogies los vasos.
Hoy no te vas a escapar; iré adonde me llames. Tan sólo que oiga estas cosas quien viene, he aquí Palemón. En lo sucesivo haré que no retes a nadie con el canto
Pues sea, si tienes algo que decir; en mí no habrá ninguna demora, ni huyo de nadie. Sólo te pido, vecino Palemón, que atiendas estas cosas con todos los sentidos (el asunto no es pequeño).
Cantad, puesto que estamos sentados en la mullida hierba. Y ahora todo el campo, ahora todo árbol florece, ahora los bosques se cubren de hojas, ahora es la estación más hermosa del año. Empieza Dametas, después seguirás tú, Menalca. Cantaréis alternativamente; las Camenas gustan de versos alternos.
De Júpiter proceden las Musas: todas las cosas están llenas de Júpiter; él cuida las tierras, él se preocupa de mis canciones.
Y a mí me ama Febo; Febo siempre tiene en mi casa sus regalos, laureles y jacinto suavemente rojo. Galatea me provoca con una manzana, lasciva muchacha, huye hacia los sauces y, antes, desea ser vista. Pero a mi se me ofrece espontáneamente, Amintas, mi fuego, de modo que ya Delia no es tan conocida para mis perros. Regalos surgieron para mi Venus; pues yo mismo he señalado el lugar en que las aéreas palomas hicieron sus nidos. Lo que pude, envié al joven diez manzanas doradas elegidas del árbol silvestre; mañana enviaré otras. ¡Oh cuántas veces y qué cosas me habló Galatea! ¡Vientos, ojalá llevéis alguna parte a los oídos de los dioses! ¿De qué me sirve que no me rechaces en tu espíritu, Amintas, si mientras tú acosas a los jabalíes, yo conservo las redes? Envíame a Filis; hoy es el día de mi nacimiento, Yolas; cuando se sacrifique una ternera en favor de mi cosecha, ven tú mismo. Amo a Filis antes que a las otras; pues ha llorado al marcharme y me dijo una y otra vez "adiós, adiós, hermoso Yolas." Funesto es el lobo para los establos, las lluvias para los frutos maduros, los vientos para los árboles, para mí las iras de Amarilis. Dulce es la humedad para los sembrado, el arbusto para los machos cabríos destetados, el flexible sauce para el ganado preñado, para mí solo Amintas. Polión ama nuestra canción aunque sea rústica: Piérides, llevad al pasto una ternera para vuestro lector. También el mismo Polión hace nuevos cantos: llevad a pastar al toro que ya ataca con el cuerno y escarba la arena con las patas. El que te ama, Polión, que venga adonde a ti también te gusta; que la miel fluya para aquél, que la zarza áspera produzca amomo. El que no odia a Bavio que ame tus cantos, Mevo, y el mismo ate a la zorra y ordeñe a los machos cabríos.
Los que cogéis flores y fresas que han nacido en la tierra, jóvenes ¡huid de aquí!, una fría serpiente se oculta en la hierba.
Guardaos de avanzar demasiado, ovejas; la orilla no es de mucha confianza; incluso el mismo carnero seca ahora su piel. Títiro, aparta del río a las cabritas que están paciendo; yo mismo, cuando sea tiempo, las lavaré a todas en la fuente. Recoged las ovejas, muchachos; si el calor llega a cortar la leche, como hace poco, en vano apretaremos las ubres con las manos. ¡Ay, ay, qué flaco está mi toro en el abundante yero! El amor es la misma desgracia para el ganado y para el guía del ganado. Ciertamente (el amor no es la causa) a duras penas se sostienen en sus huesos; no sé qué mal de ojo maldice a mis tiernos corderos. Dime en qué tierra (y serás para mí el gran Apolo) el espacio del cielo no se extiende más allá de tres brazos. Dime en qué parte de la tierra nacen flores inscritas con nombres de reyes y sólo tú tendrás a Filis. No es cosa mía arreglar tan grandes querellas entre vosotros: no sólo tú eres digno de la ternera sino también este y cualquiera que tema los dulces amores o los experimente amargos. Cerrad ya las acequias, esclavos; bastante bebieron los prados. |