V

(1) L. Catilina, nobili genere natus, fuit magna vi et animi et corporis, sed ingenio malo pravoque. (2) Huic ab adulescentia bella intestina, caedes, rapinae, discordia civilis grata fuere, ibique iuventutem suam exercuit. (3) Corpus patiens inediae, algoris, vigiliae supra quam cuiquam credibile est. (4) Animus audax, subdolus, varius, cuius rei lubet simulator atque dissimulator, alieni adpetens, sui profusus, ardens in cupiditatibus: satis eloquentiae, sapientiae parum. (5) Vastus animus inmoderata, incredibilia, nimis alta semper cupiebat. (6) Hunc, post dominationem L. Sullae, lubido maxima invaserat. rei publicae capiundae, neque id, quibus modis adsequeretur, dum sibi regnum pararet, quicquam pensi habebat. (7) Agitabatur magis magisque in dies animus ferox inopia rei familiaris et conscientia scelerum, quae utraque eis artibus auxerat, quas supra memoravi. (8) Incitabant praeterea corrupti civitatis mores, quos pessima ac diversa inter se mala, luxuria atque avaritia, vexabant. (9) Res ipsa hortari videtur., quoniam de moribus civitatis tempus admonuit, supra repetere ac paucis instituta maiorum domi militiaeque, quomodo rem publicam habuerint quantamque reliquerint, ut paulatim immutata ex pulcherrima atque optima pessima ac flagitiosissima facta sit, disserere.
V
(1) Lucio Catilina, nacido de noble linaje, fue de gran fuerza no sólo de espíritu sino también de cuerpo, pero de carácter malo y depravado. (2) A éste, desde su adolescencia, las luchas intestinas, las matanzas, los robos, la discordia civil le fueron gratas, y allí ejercitó su juventud. (3) Cuerpo resistente al hambre, frío y vigilia más de lo que es creíble para cualquiera. (4) Espíritu audaz, pérfido, voluble, de cualquier cosa simulador y disimulador, de lo ajeno deseoso, de lo suyo disipador, ardiente en sus deseos: bastante elocuencia, sensatez poca. (5) Su vasto espíritu cosas inmoderadas, increíbles, demasiado altas siempre deseaba. (6) A éste, después de la dominación de Lucio Sila, lo había invadido un grandísimo deseo de apoderarse de la república y no tenía medida con qué medios conseguiría esto, hasta que obtuviera el reino para sí. (7) Se excitaba más y más cada día su espíritu feroz por la escasez de patrimonio y por la conciencia de sus crímenes; cosas que había agravado con las artes que recordé más arriba. (8) Además lo incitaba las costumbres corruptas de la ciudad, que agitaban males pésimos y diversos entre sí, la lujuria y la avaricia. (9) El propio hecho parece aconsejar, puesto que la ocasión nos advirtió acerca de las costumbres de la ciudad, volver atrás y en pocas palabras decir las instituciones de nuestros mayores en la paz y en la guerra, de qué modo tuvieron la república y cuán grande la dejaron para que, cambiada poco a poco, haya pasado a ser de la más hermosa y buena la más mala y e infame.