Finales de mayo. Cada año.

Después de tres cursos de convivencia, volvemos a llegar a lo alto del monte.

El camino ha sido como siempre: largo pero no tortuoso. En tantos días de convivencia intensa, pues esta es una de las ventajas-desventajas que tiene ser un grupo pequeño, hemos tenido momentos para todo: para reír, para estar tristes, para llorar. La vida.

El trabajo ha sido ingente pero ya estamos en lo alto de la montaña.

Otra vez. Otro año.

A partir de ahora, mis alumnas, y ya no alumnas (que diría Ovidio), deberán enfrentar una nueva etapa vital para la que les deseo la mejor de las fortunas.
Mientras, yo vuelvo, cual Sísifo, al pie de la montaña para intentar guiar al siguiente grupo hasta la cima.

Otra vez. Otro año.

Todo siempre igual. Todo siempre diferente.

Fortuna Maxima vobiscum!

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